lunes, 18 de mayo de 2009

CAPÍTULO 7.- PROSERPINA





PROSERPINA (Cap.7.).

Nueve de Agosto, siete de la tarde. A lo lejos Vir-ilio conversa con la dríade de “Las Noticias Ficticias”, al cobijo de la fresca sombra –y al solaz del dulce olor— de la majestuosa copa de una higuera; un fauno toca bonitas melodías con su arpa de plata para ellos. Miguel Ángel descansa sobre un manto de hierba fresca tan suave como la seda. Y piensa:

Vir-ilio no se cansa nunca de decir tonterías, no se cansa nunca de recitar poesías...

La frescura y la pureza del ambiente es tal que cualquiera se quedaría en este lugar para siempre: el croar de los anuros en la letanía, el canto de los grillos y las chicharras en las parras de la vid salvaje, el sonido del agua cristalina en los arroyos, las cascadas y las fuentes...ya sabéis, todo eso. Pero, de pronto, toda la paz y el sosiego se terminan, pues: Miguel Ángel nota una fuerte picadura en su mano derecha. Una potente sustancia se adentra en su cuerpo y le transtorna, toda la naturaleza comienza a darle vueltas y vueltas... Su estado se ha vuelto tan febril que el muchacho, triste, cree q va a morir. Narcotizado, cae de espaldas sobre la hierba y un letargo profundo se apodera de todo su ser.

Pero por fortuna, vuelve en sí y con cierta torpeza y lentitud se recupera:

Vaya, ha debido de picarme algún insecto en la mano esta.

El joven nota que el dedo índice tiene dos diminutos orificios, se muestra algo pensativo, y grita:

¡Esto es una sierpe!

Y una voz le dice:

- Así es, he sido yo.

Atónico, ve que es una víbora la que le habla.
- ¿Y se puede saber por qué me has picado, bonita?

- Necesitaba descargar un poco de mi mortífero veneno, shhhhhh...

- Entonces ahora qué pasa, ¿me muero? –le pregunta el muchacho con miedo, al reptil.

- Shhhhh... no sé, podría ser. ¿Cómo te encuentras?

- No muy bien, pero no creo que me suceda nada malo pues todo esto sólo es un sueño.

- No te creas, mucha gente hay que se acuesta por la noche, vivita y coleando, y amanece tiesa. Pero bah, no creo q a ti te pase.

- Lo que si noto es una extraña sensación en mi interior, una sensación que no tenía antes –dice Miguel Ángel.

- ¿Qué notas, chiquillo?

- Uff, qué fuerte, de repente parece como si me estuviera enamorando.

- ¡Guau! ¿De quién?

- De Alicia Astas, una muchacha.

- Genial. Y a todo esto, ¿Cómo te llamas?

- Miguel Ángel.

- ¿Y tú?

- Proserpina.

- ¡Proserpina!, bonito nombre. ¿Quién te lo ha puesto?

- Yo misma. Proserpina fue una divinidad relacionada con la germinación de los cereales, ya sabes, una “deidad” propia de la Antigua Europa; una divinidad que, más tarde, por influencia de la cultura indoeuropea pasaría a ejercer un papel secundario y se identificaría con la Perséfone griega, convirtiéndose así en la compañera de Plutón, el dios del mundo subterráneo.

- ¿Estás segura?

- Eso me parece haber entendido en el último libro que he leído.

- ¡Qué interesante!

- Por cierto, ¿quién es ése de la túnica verde que se ve allí a lo lejos, Miguel Ángel?

La víbora se refiere a Vir-ilio

- Vir-ilio.

- ¿El autor de “Las Bucólicas” y “La Eneida”, el que acompaña a Dante Alighieri en “La Divina Comedia”?

- ¡No mujer! Ése es Virgilio. Este se llama Vir-ilio: Vir, guión, ilio.

- Ya, ya. Pero, éste también es poeta, ¿no?

- Bueno... digamos que sí. ¿A ti te gusta la poesía, Proserpina? –le pregunta Miguel Ángel a la sierpe.

- Sí... Shhhhhhhhh

- A ver, recítame una estrofita.

- Paso, paso... Me da vergüenza.

- Por cierto, has visto al romano desde aquí. Creía que las víboras eráis ciegas, Proserpina?

- Eso dicen, pero yo veo perfectamente. ¿Tú no tienes novia?

- No.

- ¿Y novio?

- Tampoco.

- ¿Qué pasa, no te gustan las personas o qué?

- Algunas chicas sí pero, como en el mundo de la vigilia siempre he tenido problemas, en ese terreno no iba a hacer una excepción. Pero bueno, ya te dije lo que me está pasando desde que me picaste, me estoy enamorando.

- Genial.

- ¿Y tú tienes pareja, Prosperpina?

- No -dice la víbora, triste.

- ¿Y eso? Tú eres una víbora venenosa y mortífera, pero eres muy bonita.

- Ya, pero paso, paso... Paso de quedarme en cinta para reventar como una traca y ser el amargo aliento de mis desvalidas, aturdidas y voraces crías. Soy ovovivípara y a veces pasa eso.

- Entiendo, no sabes cuanto lo siento.

- ¿Sabes cual es mi problema, Miguel Ángel?

- No, ¿cuál?

- Que, para ser una víbora, tengo demasiados sentimientos.

- No sabes cuanto lo lamento.

- ¡Bah! No te preocupes. Al menos mi mortífero veneno ha servido para que te enamores de alguien y eso es bueno. Como dice el poeta en sus cuadernavías: que “una ave sola nin bien canta nin bien llora”... por santo nin por santa que seya, non sé quién non cobdicie conpaña, si solo se mantién...*”

Proserpina cita a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita: “Libro de buen amor” versos 111.2, 110.3 y 110.4]. Y desaparece.

(...)


Hoy es 10 de agosto. Todo el veneno que la sierpe poetisa inyecto en el cuerpo de Miguel Ángel se he transformado en un amor ciego. Ahora, el muchacho está muy enamorado de la hija del galo. Ahora, embelesado, recuerda a tan bella muchacha, desea verla. Y piensa:
¿Cómo voy yo a ese poblado? Alicia debe saber que la amo, pero el cafre de su padre cree que soy un romano y quiere decapitarme.

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